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Wednesday, April 30, 2025

¡DEJEN QUIETO EL MAPA, SEÑORES!

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Wilson Rogelio Encisohttp://wrenciso.com
Chaguaní, Colombia (4/15-julio-1958). Laboró con el Estado colombiano (1978-2015) y ejerció la docencia universitaria entre 1986 y 2012. Obras publicadas: La iluminada muerte de Marco Aurelio Mancipe, 2016, novela. Con derrotero incierto, 2017, novela. Enfermos del alma, 2018, novela. El frío del olvido, 2019, novela. Amé en silencio, y en silencio muero, 2017, compilación de narraciones románticas. Matarratón, 2021, novela El valle de las apariciones – Novela Coral, 2022, novela Berenice, una mujer feliz, 2022, novela. Sin afán ni olvido, 2023, novela. Historias guardadas, 2023, novela. ENTROPÍA, 2024, novela. Canto Planetario – Hermandad en la Tierra, 2023, compilación, participante. Relatos subcontinentales imperfectos, 2024, compilación de historias cortas. Relatos y cuentos en Revista Latina NC y otros medios en España, Estados Unidos y América Latina. Gestor de la iniciativa literaria: Una novela para cada escuela. Premios literarios: IV y V Premio Mundial “César Vallejo”, modalidad de literatura, 2023 y 2024; International Latino Book Awards, en la categoría Mejor Novela de Ficción en Español, por la novela 'La iluminada muerte de Marco Aurelio Mancipe', Los Ángeles, California, 2019, 2do lugar; Séptimo Premio de MICRORRELATOS REVISTA GUKA 2019 y Mención especial en MICRORRELATOS REVISTA GUKA 2020, Buenos Aires, Argentina.

Una vez más la ambición desaforada, ¡sin fondo!, de unos pocos que lo tienen todo, sin que ni siquiera el todo les sea suficiente, desarropa una de las tres mayores ferocidades humanas: su proclividad marginal individual autodestructiva. Propensión contradictoriamente dañina que pernocta en las catatumbas cerebrales del, al parecer, único ser con intelecto, expresión oral, sentimientos y capacidad de imaginación en el universo conocido, o al menos en la Tierra.

Propensión morbosa acentuada y puesta en evidencia y sin miramiento alguno ni control posible, al parecer, más en unos pocos integrantes de la artera minoría global aplastante. Casualmente, estos, con casi la totalidad de sus necesidades físicas (no las espirituales) resueltas y mucho más, incluido el exceso, no solo para ellos, desde luego, hasta para sus próximas diez o más generaciones… ¡de haberlas!

¡Egocentrismo en la máxima y peor de sus expresiones!

Algunos de estos poderosos intocables lejos están de la conmiseración, por lo que poco y nada la practican ni les interesa. Por el contrario, se envanecen y celebran que se sepa y difunda en redes (deletérea telaraña universal) que padecen de esa enfermiza sensación de lastimar, causarles daño y supeditar a sus caprichos a sus semejantes y a todo aquello que se les antoje, les caiga mal o sean contrarios a sus sórdidos como insondables intereses megalómanos. Incluso, se refocilan al causárselo, autoflagelándose, cuando el asco y la autosuficiencia les inficiona su ‘lógica’ y orienta su trastabillado andar, petulante actuar y balbuceado justificar. Conducta execrable cuando se juntan o asocian con pares de igual o peor calaña y frondío poder para apresurar o asegurar el inicuo propósito y causarle mayor devastación social y ambiental a la digitalmente atembada humanidad de estas incipientes décadas del incierto como desaforado siglo XXI.

Manguala siniestra a la vista, evidente con la sórdida como hedionda repartición planetaria que algunos de estos señores tan poderosos como contradictorios en apariencia vienen pactando para apañarse por completo del granito azul del universo que tenemos en préstamo; sin importarles que en la contienda bélica en ciernes, acompasada con la apestosa comercial en curso, por ellos anunciadas y patrocinadas con inimaginables arsenales de destrucción masiva y mercaderías en general, no solo despedacen para siempre los mercados y a sus cada vez más famélicos y engrupidos compulsivos compradores, sino al hábitat donde unos y otros conviven y que necesitan para seguirlo haciendo.

A lo largo de la fatídica historia humana la mezquindad rapaz de personajes como algunos de los actuales poderosos intocables se ha puesto de manifiesto con consecuencias nauseabundas que, precisamente, la historia registra como holocaustos, crisis y hambrunas desastrosas: ¡hecatombes sociales! Historia que, aunque es contada y oficializada casi siempre por los ganadores y beneficiados del desastre, ajustándola a sus frondíos intereses y conveniencias inescrupulosas, no por ello deja de ser horrenda e injustificable, razón por la cual debiera servir de ejemplo triste para evitar repetir o intentar emular.

Los actuales generales transnacionales de la muerte en masa y patrocinadores de la agobiante desigualdad, so pretexto del bienestar general y la salvaguarda planetaria, la que plantean lograr mediante aranceles lesivos, bloqueos comerciales, amañados pactos de apoyo, respaldo y colaboración bilateral forzada, a la vez que exhiben sus abominables arsenales esparcidos por tierra, mar, aire y donde quiera sea para forzar la aceptación de sus voluntades y poderíos, tal parece que están dispuestos a repetir una y otra vez, no solo aquellas masacres y hambrunas generalizadas entre sus congéneres, también, sabiéndolo, pretenden arrasar con cuanto ser o cosa sea menester y haya sobre la faz de la Tierra. Calamidad mundial en la que están empeñados, ¡enceguecidos!, a sabiendas del cataclismo en ciernes. Tal parece que solo les importa saciar esa espeluznante sed que les corroe el alma y les obnubila el seso.

Incluso, unos y otros apuestan y construyen claustrofóbicos tubos alargados para instar irse a vivir adonde, precisamente, ¡vida no hay!, habría que ‘fabricarla’; la cual, pese a toda la tecnología, ingenio y riqueza que en ello se invierta, difícilmente tendría la simplicidad esplendorosa que hasta el momento conocemos y que aquí disfrutamos con tan solo abrir los ojos, aguzar los toyos, permitir su roce, así como saborear y oler su impalpable y mágica existencia elemental.

¡DEJEN QUIETO EL MAPA, SEÑORES!
¡DEJEN QUIETO EL MAPA, SEÑORES!

A esos poderosos personajes se les debe, ¡sí!, reconocer su capacidad y empuje por lograr tantas cosas y amasar fortunas colosales. Lo deberían seguir haciendo en pro de su satisfacción y de las fuentes de empleo y atomizadas oportunidades que con ello han creado por doquiera sea. Señores, ustedes tienen talento y capacidades para mejorar y engrandecer este mundo y su actual sistema económico regido por el capital y la mercancía… como lo han venido haciendo. Pueden y tienen potencial para lograr más y mejores beneficios para la humanidad en particular, así como para el planeta y la vida en general. Esta, tal y como la conocemos todavía, no tiene precio ni reemplazo. Entonces, de verdad, que pretender repartirse el globo: militar y comercialmente, en una triada geoestratégica, es, además de una odisea innecesaria, prender la mecha del irreversible caos mundial; esta vez, seguramente, con un desenlace que, tal vez, ni siquiera ustedes mismos sepan cuáles serían sus fétidos resultados, ni quieran o puedan afrontar sus insondables consecuencias.
¡Dejen quieto el mapa, señores!

¡DEJEN QUIETO EL MAPA, SEÑORES!

Mejor, por favor, con tanto poder y recursos que han atesorado, generen más oportunidades para la mayoría. Patrocinen o al menos permitan que cada persona, donde quiera sea que se tope, en lo que quiera sea que crea o piense y cualquiera sea su color de piel u ojos, pueda satisfacer en paz y con dignidad sus necesidades, ¡al menos las básicas! De paso, ustedes aumentarían, aún más, sus respectivas alcancías. Lo harían ayudando, construyendo, sin destrucción ni daños colaterales.

¿Para qué la guerra si al final hasta el ganador algo en esta pierde, al menos la profunda paz de su conciencia? Tengan presente que el remordimiento es al hombre como la contaminación al mar: daña por dentro, desde lo profundo. Cuando aparece en la superficie… ya es tarde y no hay cura alguna para contrarrestar el mal.

Mejor, permitan o impulsen para que cada pueblo, dentro de sus fronteras, se autodetermine según sus concepciones e intereses propios. Señores, sus productos, sus mercancías y empleos generados, mientras sean benignos y bien intencionados, aquí y allá seguirán siendo bien recibidos, comprados y consumidos. Dejen que el mercado y las reglas de la oferta sana y la demanda básica rijan, faciliten y hagan viable el intercambio para la satisfacción de las necesidades de la gente… ¡del común de la gente!, ¡de toda la gente!

Seguramente que, con lo que cuesta un misil de perverso alcance, o un tubo alargado de esos para viajar al espacio, o los artefactos inteligentes de la actual guerra por aire, mar y tierra, bien podría resolverse gran parte de las necesidades elementales insatisfechas de un montón de gente por ahí, por doquiera sea.

Trazar e imponer nuevas fronteras, con filudas y electrificadas serpentinas egocéntricas, además de ignominioso es peligroso.
¡Ustedes lo saben!
Es un error histórico, amén de amenaza letal, pensar en mercados aislados y excluyentes, así sea al interior de, por ejemplo, las tres mega plataformas continentales como las que se vislumbran: La de la Gran América, de Alaska a la Patagonia, incluyendo sus cuotas partes europea y africana; la del Asia esteparia con pellizcos de la Europa que añoran y su respectivo cuñete africano; y la de la expandida Asia indo pacífica con una facción de la vieja Europa y sus puntas de lanza ‘normandas’ en el resto del mundo, incluidas en las otras dos.

Señores, esta nueva escisión planetaria lejos está de frenar la ambición de algunos pocos de quererlo tener todo y más, y de ser los mases sobre los demás mandamases, así en sus madrigueras recién hayan acordado lo contrario para repartirse en tres la tarta. Tampoco resarcirá la precariedad de los sin nada o casi nada de seguir con tal asfixia y angustia por lo que ustedes hagan o decidan hoy, mañana o trasmañana. Estos (las desbordadas mayorías globales y actuales) están dispuestos a migraciones impresionantes y luchas carniceras reivindicatorias donde quiera sea que lleguen, estén o sean llevados, mientras les gruñan de hambre sus tripas y las de los suyos; peor, si saben que pueden ser objeto predeterminado de los misiles ‘inteligentes’ de quienes quieren su desaparición o sometimiento a juro, con o sin motivo alguno.
El hambre masiva, siendo esta la segunda ferocidad humana y arma letal y única de los sin nada o casi nada, es una apestosa ojiva, tan embrutecedora e incontrolable como las apestosas biológicas que de vez en cuando los generales de la muerte, a orden de sus mandamases, dejan escapar de sus laboratorios de guerra.

La hambruna hace que el individuo se crea capaz de arrasarlo todo a costa de su propia vida y la de los suyos. Por lo que, por instinto vengativo destructivo, tercera ferocidad humana escondida pero latente, lo primero que hará, lo cuenta también la amañada historia, será derribar los muros que sean necesarios hasta penetrar los refugios blindados de los orondos poderosos, donde quiera sea que se guarezcan o agazapen, así estén protegidos por ejércitos, hasta ese momento leales… a la paga (la que nunca es suficiente), no a los ideales, causas y ambiciones de sus respectivos patrones, ‘reyezuelos’ y amos del momento.

¡DEJEN QUIETO EL MAPA, SEÑORES!

Estos apertrechados y entrenados alfiles asalariados son, también, seres humanos presos de las tres ferocidades aquellas. Por lo tanto, ante la oportunidad de echarse al bolsillo algunos reales extras y hasta de arañar uno que otro escaño social o institucional, amén del desquite refundido contra sus impotables amos, no dudarán en agarrarlos y arrastrarlos hasta la Bastilla y postrarlos en la guillotina, sin que les importe (¡qué les va a importar si hasta ese momento no han tenido más que su precariedad, inquina y voracidad amordazadas!) que en tal debacle todo se vaya al traste, o se mejore, o se empeore, o hasta mueran muchos o todos en la incierta zarabanda reivindicatoria. En el fondo de sus maltratadas almas… no les importa ni tienen claro si ganarán o perderán. Solo dirán: “¡Pa’ las que sea!”

Cuando llegue el momento de la efervescencia global, la adrenalina social, mezclada con hambres y rencores, más que guardados: ¡enfuertados!, hará las veces de combustible incontrolable. Este por doquiera se esparcirá y hará arder, no solo las covachas de aquellos, también, las onerosas soluciones de interés social y las minúsculas celdas habitacionales financiadas a insolutos saldos de la media poblacional. Entonces, hinchará los corazones y estómagos de la desbordada mayoría mundial, cansada de la afilada geoestrategia controlada desde tres o cuatro fortines ubicados en algún lugar de América, Europa y Asia, siempre en función de los pocos de siempre.

Si la primera ferocidad humana pernocta en las catatumbas cerebrales de cada individuo, la segunda lo hace en su ulcerado estómago, que, al mezclarse con la tercera y otras tantas, impregnadas en cada una de sus susceptibles y canceradas vísceras, exacerbarán las ojivas comportamentales de la devastación de todo a su alrededor. Así las cosas, algunas de las refundidas y engavetadas contradicciones del actual sistema económico y sociocultural podrían reeditarse y ponerse de moda o dar paso a uno nuevo, desconocido, incierto… con pronóstico reservado.

Ustedes lo saben, lo han estudiado o al menos algunos de sus doctos asesores de nómina les habrán comunicado o enseñado que en cuanto a conmiseración y convivencia inteligente (léase equilibrada) es poco lo ganado el haber pasado del salvajismo primitivo al esclavismo, de este al retrógrado feudalismo que mudó hacia el novel capitalismo en el que estamos atrapados. Regímenes todos, en esencia similares en cuanto a sus formas de producción y escabrosas relaciones sociales, no en las nomenclaturas usadas en cada uno. En uno y otro hay dolorosas semejanzas en cuanto a tenencia, poder, comportamientos y sometimientos desequilibrados. Por lo tanto, al entuerto actual, pese a todo, si no es para mejorarlo, sería mejor no hurgarle las verijas al oso, así ahora parezca estar dormido y ser inofensivo.

Por esto y mucho más, si no es para salvaguardar el medio ambiente y optimizarle la vida a cada persona, doquiera sea que viva, piense en lo que piense, crea y pertenezca a la raza que sea, mejor, por favor, ¡dejen quieto el mapa, señores!

¡DEJEN QUIETO EL MAPA, SEÑORES!

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