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Monday, June 30, 2025

Momentos idos*

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Wilson Rogelio Encisohttp://wrenciso.com
Chaguaní, Colombia (4/15-julio-1958). Laboró con el Estado colombiano (1978-2015) y ejerció la docencia universitaria entre 1986 y 2012. Obras publicadas: La iluminada muerte de Marco Aurelio Mancipe, 2016, novela. Con derrotero incierto, 2017, novela. Enfermos del alma, 2018, novela. El frío del olvido, 2019, novela. Amé en silencio, y en silencio muero, 2017, compilación de narraciones románticas. Matarratón, 2021, novela El valle de las apariciones – Novela Coral, 2022, novela Berenice, una mujer feliz, 2022, novela. Sin afán ni olvido, 2023, novela. Historias guardadas, 2023, novela. ENTROPÍA, 2024, novela. Canto Planetario – Hermandad en la Tierra, 2023, compilación, participante. Relatos subcontinentales imperfectos, 2024, compilación de historias cortas. Relatos y cuentos en Revista Latina NC y otros medios en España, Estados Unidos y América Latina. Gestor de la iniciativa literaria: Una novela para cada escuela. Premios literarios: IV y V Premio Mundial “César Vallejo”, modalidad de literatura, 2023 y 2024; International Latino Book Awards, en la categoría Mejor Novela de Ficción en Español, por la novela 'La iluminada muerte de Marco Aurelio Mancipe', Los Ángeles, California, 2019, 2do lugar; Séptimo Premio de MICRORRELATOS REVISTA GUKA 2019 y Mención especial en MICRORRELATOS REVISTA GUKA 2020, Buenos Aires, Argentina.
Soñada visita placentera**
Soñada visita placentera** * Esta narración hace parte y le da el título: ‘Momentos idos’, a la ‘Compilación de narraciones románticas II’, próxima a ser publicada (15-07-2025), con prólogo y preámbulo de dos ilustres plumas poéticas latinoamericanas. ¡Espérela!

Niñez, juventud y madurez pasaron veloces por su vera. Nunca pudo hacer con ella esa soñada visita placentera.
Cómo imaginarse entonces que, en esas etapas mágicas, vividas de prisa y sin apreciarlas ni un tantito, como ahora lo hacía, un poco tarde, lo reconocía, pese a todo fue feliz, ¡muy feliz! Lo hizo con el vigor y el ímpetu del alcaraván llanero en celo, sin percatarse de la importancia que cada una de estas tenía. Qué iba a pensar que aquellos maravillosos días de derroches desbocados, locuras, algarabías y sueños infundados, poco a poco absorbidos por agobiantes faenas laborales, tan solo en el recuerdo, ¡cada vez más difuso y esquivo!, quedarían.
Momentos idos, vividos, dolidos, para el jamás olvido.
Vistos con senil retrospectiva, los de su infancia algo sufridos en un entorno familiar en las vicisitudes sociales hundido, tanto o más que los de la adolescencia al percibir que la nostalgia social al futuro patrio traía refundido. Duros años aquellos los de la adultez temprana; en algo llevaderos… quizá por la menuda y más que refregada paga. Esta disimulaba el ceño nacional fruncido, producto de aquel entorno político, económico y laboral, a propósito, por los de siempre enrarecido. Astuta minoría que, pese a tenerlo todo, aunque el todo tampoco le satisfacía, a la atembada mayoría, los sin nada, con amañadas leyes y artimañas, bajo sus insidiosos caprichos productivos por siempre sumisa tenerla quería… que a la postre lograría. Incluso, de ser el más feliz y afortunado del mundo al país convencería y este a los cuatro vientos, al fragor del futbol, fermentos y fandangos por doquiera lo gritaría.
Un cruento y agorero invierno se tragó la primavera.
De un momento a otro la adultez tardía, por entre los sueños irresolutos, los proyectos inacabados y los molestos como incomprendidos achaques aparecidos, inexorable le llegaría. A la ventana de su enfriada alcoba se asomaría. Aunque sabía que lo haría, confiesa que en recóndito silencio a toda costa postergarla quería. Al menos hasta ir con ella a París para la más que retardada luna de mil de cuando novios ofrecida. Promesa hasta ahora incumplida que humilla su existencia; pese a todo lo batallado para hacerla efectiva. Aunque ella lo entiende y sabe todo lo que al respecto han luchado para lograrlo, es un tarugo atravesado en su garganta… que ni saliva le deja pasar, no solo de noche, cuando ni dormir tranquilo puede, también de día. Es la más dolorosa de sus promesas incumplidas. Aunque jamás se lo diga o incrimine, en el cada vez más esquivo como femenino fulgor de sus pupilas la lleva esculpida.

La más sentida de sus promesas incumplidas**
La más sentida de sus promesas incumplidas**

Entre arreboles se agazapa y gime un corazón herido.
Sin poder… o querer que tal amordazado sentimiento lo sepa el mundo enloquecido. Este hace rato vaga con el freno perdido, en la colectiva tristeza hundido, tras los valores humanos, por algunos centavos, en subasta al mejor postor vendidos. Enfermos del alma en la sociedad de la mentira, en donde ni siquiera el afecto de los allegados es del todo sincero. Creen que suele ser prestado, en tanto haya algún inicuo motivo, interés, dinero en caja o en cualesquiera otros activos. Que los serán de aquellos tan pronto el juez sentencie incapacidad legal o accedan al escrito de defunción para hacerlos efectivos.
Incluso, viejas y secas, conserva sus hojas la palmera.
La senescencia con el paso de las horas hace su dolorosa presencia. Aunque ya no se reproduzca, aquel tronco altivo y áspero no ha muerto, tampoco su esencia, la cual ahora lleva las heridas del tiempo y la ingratitud en sus entrenudos, corazón y en parte de lo que le queda de existencia. Todavía siente y le duele, pero jamás lo dice, que, aunque ayer fue más que un símbolo que generó mercedes y admiración, ahora en su entorno consideren que en estorbo se convirtió, que incomoda a los que de su esplendor gozaron y se beneficiaron, por lo que ya es hora de erradicar la estorbosa datilera… o, al menos, de conseguirle en otra parte, lejos de todos, en un jardín ajeno, lejano, extraño, una pagada jardinera para que se encargue de sus chocheras. Maluquezas, todas, producto del avance de la ceguera, amangualada con la dificultad de entender y captar ligero al sumarse la sordera. Temas tristes estos, los añejos, que a nadie importarle nada pareciera; porque aún no los padecen. Ignoran, disimulan, piensan o esperan que, al llegar a viejos, si es que llegan, tal circunstancia les sea ajena.
Una vida entera… camino al inexorable frío del olvido.
Pese a todo fue feliz en cada una de aquellas etapas de su vida, se lo dijo a su amante y compañera antes de que alguno de los dos a lontananza partiera o de que el frío del olvido con el infame manto de la amnesia los arropara. Esa vez ella le contestó que a su lado también lo había sido; incluso, en la más que dura postrera, aunque en esta tampoco apareció la escondida primavera, ni lograron celebrar en París la tan ansiada como amorosa y más que esquiva quimera: cenar en aquel hotel, oteando a lo lejos la metálica y seductora palmera.

Esquiva quimera**
Esquiva quimera**

Lo que sí parecía inexorable, ahora o pronto, que a otro jardín lejano a los dos juntitos sus allegados llevarían y al cuidado de manos extrañas y alquiladas dejarían. Por lo que, quizá, más rápido les llegaría, inexorable, el postrer y solitario estadio de sus días.

Niñez, juventud y madurez pasaron veloces por su vera.
Momentos idos, vividos, dolidos, para el jamás olvido.
Un cruento y agorero invierno se tragó la primavera.
Entre arreboles se agazapa y gime un corazón herido.
Incluso, viejas y secas, conserva sus hojas la palmera.
Una vida entera… camino al inexorable frío del olvido.

Jardín lejano
Jardín lejano
**Fotos cortesía de Andrea Enciso Díaz, de su álbum personal.
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