La clasificación, delimitación de tiempos, espacios y contenidos, así como la esquematización, son algunas de las categorías que el ser humano ha utilizado a lo largo de la historia para organizar su vida, ya sea a partir de la observación, de la experiencia empírica o del conocimiento científico. De esa manera llegamos al calendario anual y sus doce meses, cada uno con un nombre y un sentido particular, que en su momento fue fundamento esencial para el orden social y cultural de los pueblos.
Los eventos y circunstancias históricas han dejado huellas imborrables que procuramos preservar y transmitir a las futuras generaciones. Tal es el caso del mes de septiembre y sus celebraciones, que evocan aquel hecho heroico del Grito de Independencia, proclamado por el cura Miguel Hidalgo y Costilla en la madrugada del 16 de septiembre de 1810. Ese llamado encendió la esperanza de un pueblo sometido, convirtiéndose en semilla de libertad que germinó con fuerza en cada rincón de la Nueva España.
Conmemorar un año más de este acontecimiento nos invita a mirar en retrospectiva, a analizar los hechos y comprender las causas, los ideales y el papel preponderante de quienes en su momento fueron piedra angular para romper las cadenas del dominio español y vislumbrar la luz de una patria libre. Fue en septiembre de 1821 cuando se firmó el Acta de Independencia del Imperio Mexicano, y en 1823 se consolidó jurídicamente la República Mexicana, con sus principios de soberanía y autodeterminación.
No menos significativa resulta la gesta heroica del 13 de septiembre de 1847, cuando los Niños Héroes defendieron el Castillo de Chapultepec con valentía desmedida frente a las tropas invasoras estadounidenses. Aquel sacrificio marcó con sangre joven la memoria nacional, recordándonos que la patria no solo se construye con palabras y leyes, sino también con entrega y vida. Tres fechas memorables —1810, 1821 y 1847— se entrelazan en este mes para recordarnos que México se forjó en medio de lucha, sacrificio y esperanza.
El mes patrio nos recuerda que el conocimiento de la historia es esencial para comprender el presente y proyectar el futuro. Quien conoce sus raíces, fortalece su identidad; quien honra a sus héroes, se convierte en digno heredero de su legado.
Poseemos símbolos e íconos representativos para expresar nuestra mexicanidad: la bandera, el himno nacional, el escudo con su águila y su serpiente, así como el juramento a la patria que se aprende desde la niñez. A ello se suman nuestras tradiciones únicas, envueltas en fiesta, jolgorio y folclore: las plazas iluminadas de verde, blanco y rojo; las campanas que replican en cada rincón; la música del mariachi y las danzas populares; los aromas de antojitos que llenan las calles; y la voz colectiva que en coro grita ¡Viva México! como eco eterno de aquel llamado libertario.
Septiembre, pues, es más que un mes en el calendario: es memoria viva, es raíz encendida, es patria que palpita en cada corazón mexicano.